Te amare por siempre....,mientras no te asesine.

Te amare por siempre....,mientras no te asesine.

 

 

Amamame hasta la muerte




Seducía a sus víctimas como un encantador de serpientes y luego las mataba de la forma más tortuosa y brutal. Pero Ricardo Silvio Caputo -que supo ser el asesino serial más buscado de los Estados Unidos- tuvo un final abrupto e indoloro. En octubre, el argentino murió de un ataque cardíaco, mientras jugaba al básquet en una cárcel, según confirmó Clarín en fuentes del sistema penal de justicia. Caputo, de 48 años, había matado, al menos, a cuatro mujeres.No se sabe si alguien lloró por su muerte. Su hermano, Alberto Caputo, un acaudalado empresario que vive en Riverdale (la zona más rica del Bronx), retiró su cuerpo de la cárcel y, según contó a Clarín, todavía hoy mantiene sus cenizas en una urna funeraria en su casa.La noticia de la muerte de Caputo pasó prácticamente inadvertida para los medios de prensa, al revés de lo ocurrido en marzo de 1994, cuando el hombre se entregó a la Justicia de los Estados Unidos, después de huir durante 20 años.En ese momento, el caso del argentino -que asesinó a dos mujeres en el estado de Nueva York, a otra en California y a la última en la ciudad de México- ocupó la tapa de todos los diarios y los principales espacios de televisión.Claro que esto no significaba que se hubieran olvidado de él: hace poco en los Estados Unidos se publicó un libro de investigación sobre la extensa carrera criminal de Caputo, titulado Amame hasta la muerte (Love me to death).La autora, Linda Wolfe (periodista dedicada a temas policiales), sospecha que el argentino pudo haber cometido otros dos asesinatos: el de su amiga, la escritora Jacqueline Bernard, y el de Devon Green, una moza de restaurante.Pero, hasta su muerte, Caputo sólo admitió cuatro asesinatos. El primero, ocurrido en 1974, fue el de Natalie Brown, una joven que trabajaba de cajera en un banco. El planeaba casarse con ella.A Brown la mató clavándole varias veces un cuchillo de cocina. Luego llamó a la policía y simplemente les dijo: Acabo de matar a mi novia. Terminó internado en un hospital psiquiátrico, donde conoció a su segunda víctima: Judith Becker.Becker se había recibido de psicóloga, pero igual cayó bajo la trampa psicópata que le tendió su paciente argentino. Se convirtieron en amantes, a pesar de que la mujer sabía del pasado asesino de Caputo.Un día, tras una discusión feroz, el criminal la ahogó con una media de nailon, y la dejó desnuda, tirada en la cama. Se escapó en un ómnibus hacia San Francisco, cruzando el país de punta a punta. En un bar encontró a su tercera víctima.Barbara Taylor trabajaba en cine, era una mujer independiente que se preparaba para conquistar al mundo. Caputo la sedujo haciéndole un retrato a lápiz. La primera noche ella lo invitó a su departamento y comenzaron a vivir juntos.Pero poco a poco la relación se fue enturbiando. El le pidió que le comprara un pasaje a Hawaii; ella lo hizo para sacárselo de encima. Cuando volvió de las islas, diciendo que la amaba perdidamente, lo fue a esperar al aeropuerto.Poco después la asesinó brutalmente, usando como arma el taco de una bota texana. Su cara quedó destrozada. Caputo se escapó a México, donde volvió a matar, esta vez a Laura Gómez, estudiante universitaria de familia rica y poderosa.Resulta escalofriante leer lo que Caputo dijo de las víctimas en una de las conversaciones con Wolfe. Yo amaba a Natalie. ¿Por qué habría querido matarla? Amé también a Laura. A Bárbara no la quería, pero era mi amiga. La única a la que no amé o que no me gustaba era Judith. Con ella era una cuestión de necesidad. Yo la necesitaba, contó.Luego, sobre Laura Gómez insistió con que la mató porque quería poner fin a su sufrimiento. Ella me amaba y quería casarse conmigo. Pero yo era un asesino y no podía decírselo. Nunca lo hubiese entendido. Entonces no podía casarme con ella. Pero cuando le dije esto se puso triste. Yo quise aliviar su dolor. Caputo la mató con una barra de hierro. El golpe fue tan fuerte que se le desprendieron todos los dientes. La chica tenía 19 años.En su larga fuga, Caputo usó 17 alias diferentes, y entró y salió de los Estados Unidos cuantas veces quiso, a pesar de ser uno de los hombres más buscados.En medio de todo eso se casó con dos mujeres, con las que tuvo en total cinco hijos. La primera, Felicia Fernández, era una refugiada cubana. Literalmente, desapareció del mapa: no se sabe si Caputo la mató o se escapó para salvar su vida. La otra es Susana Elizondo, quien, en declaraciones a la televisión norteamericana, dijo que su marido era incapaz de matar a una mosca.Pero Caputo nunca conoció el valor de la verdad; o bien porque era un enfermo o, simplemente, un frío asesino. Por lo tanto, todo lo que dijo sobre sus víctimas entra en el terreno de la duda.Como Wolfe, los investigadores en Estados Unidos creen que pudo haber asesinado a más personas, incluso a hombres. Hay testigos que afirmaron que el argentino también vendió su cuerpo como un homosexual y después asaltó a sus parejas ocasionales.No es fácil saber cuándo Caputo dejó de matar. Después de declararse culpable por los asesinatos de Brown y Becker, la Justicia de los Estados Unidos desistió de la investigación de otras posibles víctimas. La historia de sus crímenes quedará inconclusa para siempre.El prontuario carcelario de Caputo dice sólo que murió por causas naturales. Hoy sólo quedan sus cenizas y el relato del terrible sufrimiento de sus inocentes víctimas.